jueves

Críticas excéntricas a De donde las mujeres

Acaban de robar. ¡QUÉ ARTE!

Estos relatos, que a momentos parecen llevarnos al vertiginoso espectáculo de altiplanos, valles, abismos y fuegos artificiales que encontrarías en la mente de una persona desquiciada, presentan un “dictado” de las conversaciones que las mujeres tenemos con nosotras mismas, saltando de un tema a otro, al parecer sin ton ni son, pero mostrando esas sinapsis únicas, esas conexiones originales que nosotras hacemos y que desde fuera producen un mareo enervante, que no lo es, y que solamente otra mujer podría entender.

Gustavo Ruiz Llavero no omite ninguna circunstancia ni locura alguna; y más bien parece disfrutar de tirar todo lo que encuentre dentro de esta ensalada, incluyendo momentos que nos hacen sonreír y otros que nos ponen, uf, calientes.”
-Ani Palacios, autora- Contacto Latino


Perdidas.

     Con este relato, Gustavo Ruiz se asoma sin complejos a una de las múltiples aristas de nuestra oscura cotidianeidad. En este caso, es el trípode Daniela, Clara y Elvira sobre el que se asienta una narración ágil, sin concesiones a pueriles sentimentalismos y conducente a mostrar toda la crudeza de unas vidas y de unas mujeres perdidas en la noche.
    Su lenguaje directo, incisivo y de corte eminentemente sexual, hace del relato un retrato realista que casa a la perfección con la trama que el autor quiere manifestar: la perdición de unas mujeres, especialmente Daniela y su oyente Elvira, que están al límite de sus fuerzas. La soledad y el abandono son los ejes que mueven su caótica existencia.
     En suma, la aparente pero frágil Daniela y la anónima y vulgar taxista Elvira son las dos caras de la misma moneda: víctimas solitarias de un mundo implacable que acabará por aniquilarlas y vaciarlas como mujeres. Un gran relato de Gustavo Ruiz, que dejará al lector perdido en la noche.

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Cualquier local ayuda a imaginar

Bares, qué lugares.

     De una referencia pictórica a una de las obras de Edward Hopper, acompañada de un guiño cinematográfico, es de lo que se sirve Gustavo Ruiz para enmarcar este relato de soledad y lascivia y otorgarle la ambientación precisa que emana del lienzo del estadounidense. Pero la huella de Hopper no es la única que se percibe en este relato. Sin duda, el gusto por los ambientes nocturnos, por los lugares de copas y por el uso de voces y construcciones coloquiales referentes a situaciones sexuales explícitas, nos recuerdan al Charles Bukowski, por ejemplo, de su novela Mujeres.
     Y, efectivamente, de realismo sucio podríamos calificar el estilo del autor en esta breve incursión en la soledad de un bar cualquiera de cualquier barrio de cualquier ciudad. Ruiz Llavero nos describe con ese sucio pero, a la vez, atractivo arsenal de lujuria no contenida una cita a través de las redes sociales de una mujer cualquiera con un hombre cualquiera. Nada más real, morboso y cotidiano, pero con el sello del mejor Bukowski y con el marco  de los Noctámbulos de Hopper.

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